En el Perú, ya se hizo costumbre pasar noches en vela con incertidumbre política, jurídica, y cívica. La figura Presidencial en el Perú siempre se mece muy lejos de una conducta ética, moral, y legal.
Dina Boluarte, la actual Presidente de la República del Perú, por sucesión Constitucional, a su vez primera mujer en la historia del Perú, en asumir tan vapuleado cargo, asumió la Presidencia de la República, con serias falencias éticas, y morales sobre sus manos y conducta, hecho que colaboró con el crecimiento de la incertidumbre política, jurídica, cívica, acrecentando así aún más la latente crisis social, y política, que ya existía, pues el Perú es preso de intereses personales de las «clases políticas» que de manera indecente y brutal conducen las riendas de los poderes del estado, y demás instituciones públicas bajo las pasiones de intereses propios.
Dicho escenario condujo consecutivamente al desgaste cultural, y bajas constantes en la proyección de crecimiento y desarrollo económico formal en el Perú.
La inestabilidad política genera subdesarrollo social, está acreditada en la triste historia política peruana.
El aferrarse a un cargo de servicio público sin ninguna empatía, tino, clase, educación, transparencia, acceso a la información, proyección de bienestar, y distantes de principios mínimos, legales y Constitucionales, genera malestar nacional,
Saltando al escenario, empujadas por sus mismos protagonistas, la incapacidad moral permanente, la renuncia digna al cargo, en aras de un poco de decencia cívica, y cultural, que tanta falta hace al Perú.
¿Qué continuará después de todo? Lo único cierto en el Perú, es más de lo mismo, incertidumbre política, cívica, jurídica, y económica, cambiando solo los protagonistas “políticos” que continuarán con la crisis política, cívica, jurídica, y económica, que seguirá causando injusticia social, y la ausencia de desarrollo y paz.
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